Vivir el personaje

Estudiar actuación para enfrentar la vida.

Por: Viviana Benfenati.

Finalmente llegó el día en que decidiste apuntarte a un taller de teatro. Seguro estuviste reflexionando mucho más de lo que te gustaría admitir, pero al final decidiste lanzarte. 'Porque no tengo miedo de probar cosas nuevas', es la respuesta que le darás a la gente cuando te pregunte, con el pecho hinchado y una sonrisa desbordante de confianza (aunque la verdad es que lo hiciste para finalmente callar a las voces en tu cabeza, que no dejaban de rebalsar tu mente en full modo pop-corn con razones por las que no fuiste hecho para esto).

Todos estarán orgullosos y felices por ti. Después de todo, es un gran paso que la mayoría de la gente nunca se atreve a dar. “Siempre que algún acomplejado se atreva a burlarse de lo que hagas en el escenario, dales tu texto y rétalos a pararse aquí y a hacer lo mismo”, me dijo una vez un profesor muy sabio.

Sin embargo, cuando te preguntan cómo esta decisión será buena para ti, hay muchas respuestas obvias. Lo primero que vas a escuchar es a tu mamá diciendo que esto definitivamente aumentará tu confianza en ti mismo y te ayudará a ser más sociable. De hecho, es cierto; bajar unos decibeles en la escala de la timidez es uno de los resultados.

Si sientes que tus brazos y piernas se convierten en piedra cada vez que tienes que realizar cualquier actividad, aparte de respirar, en público, entonces estarás escuchando otra campana a favor de incursionar en la actuación. Incluso si solo te animas a hacerlo una vez, mirar al público desde el otro lado del escenario seguramente será una excelente terapia para subir varios escalones en la escalera de la confianza.

Los talleres de actuación también son semilleros de brillantes comunicadores. Aprenderás a expresarte mejor de todas las formas posibles, desde el tono de tu voz hasta el lenguaje de tu cuerpo, y descubrirás que es posible hablar a todo pulmón sin palabras.

Pero ¿será que eso es todo? ¿Es eso todo lo que esa gran caja negra con una pesada cortina roja y una audiencia que ruegas sea amigable tienen para ti? ¿Hay otros beneficios de estar parado ahí?

La verdad es que la actuación hará mucho más por ti de lo que imaginas.

La interacción humana es tan vital para nosotros como el aire que respiramos. No hay manera alguna de avanzar en la vida y crecer sin establecer relaciones (de todo tipo). Y, a su vez, es imposible lograr una relación exitosa sin empatía.

Ponerse en el lugar de los demás no es solo una habilidad esencial, pero una mágica. Es la habilidad que abre las puertas cerradas, logra sonrisas más amplias, mueve las montañas más pesadas y calienta los corazones más fríos. Ese espacio seguro y cálido que todos necesitamos para volver a sentirnos como nosotros mismos, en medio de los ocurrentes desafíos de la vida, radica en la empatía; una habilidad que todos llevamos dentro.

No hay muchas otras formas de desarrollar esta habilidad tanto como actuando. A lo largo de nuestra vida podemos estudiar muchas cosas y adquirir innumerables habilidades, pero es en la actuación donde realmente aprenderás a sentir. Experimentarás lo que es bucear hasta las profundidades de una emoción. ¿Cómo funcionan los sentimientos? Ciertamente experimentamos una avalancha de emociones mientras realizamos nuestras rutinas diarias, pero rara vez dedicamos tiempo a detenernos y comprender realmente cómo nos sentimos y por qué.

Sin embargo, el paso más poderoso para desarrollar la empatía ocurre en el momento en que volcamos la emoción a la práctica. Eso ocurre cuando representamos a los demás, que es precisamente de lo que se trata la actuación: dominar el arte de sentirse genuinamente como otra persona sin pasar por las mismas cosas, solo entendiendo profundamente la emoción. En esta disciplina del arte, "ponerse los zapatos de los demás" tiene un significado completamente diferente, que descubrirás a lo largo de tu taller.

También aprenderás cosas sobre ti que no conocías. Cualquiera que tenga una noción básica sobre el efecto que las emociones tienen en nosotros sabrá que esas desgraciadas pueden llegar a ser muy traicioneras. Durante la clase de actuación no siempre es fácil activar las emociones como un interruptor solo porque estamos en escena. Yendo aún más lejos, a veces ni siquiera podemos entender por qué nuestro personaje se siente como lo hace.

No puedes sentir algo con lo que no te identificas, ¿verdad? Mentira. En el escenario puedes. Siempre que sientas que no puedes conectarte con tu personaje, es porque ha llegado la hora de la introspección.

Así como el artista tiene una caja de herramientas (llena de tubos de pintura de diferentes tipos y pinceles de todas las formas), el actor también la tiene. Todo el mundo tiene su propia caja de herramientas, pero lo que guardamos dentro son emociones. Dentro de tu caja de herramientas atesoras una colección de recuerdos. Pero no cualquier recuerdo; sólo aquellos que han desencadenado en ti emociones fuertes y verdaderas. ¿Qué sucedió en el pasado que te hizo enojar de verdad? ¿Qué te puso realmente triste? ¿Con qué recuerdo descubriste que podías volverte loco de felicidad? ¿Lo tienes? Bueno, ahora viene la pregunta realmente difícil: ¿por qué?

La imaginación también juega un papel vital en tu caja de herramientas. Si te pido que tengas miedo ahora mismo, pero que estés realmente asustado, ¿en qué pensarías? ¿Qué podría pasar en tu vida para asustarte de verdad? ¿A qué le tienes más miedo por sobre todas las cosas?

Al responder a todas estas preguntas, sí, puedes recrear esas emociones siempre que las necesites durante la escena, pero también lograrás llegar a ese lugar de profundo conocimiento sobre ti. ¿Cuáles son tus verdaderos motores, las cosas que más te gustan, aquellas que te hacen sentir poderoso y fuerte? ¿Qué es lo que te pone los pelos de punta y hace que te tiemblen las piernas? ¿Cuáles fueron esos momentos en los que tuviste la oportunidad de ser tú de verdad? Aquellos momentos en los que podías verte sin necesidad de un espejo. Esos momentos que encienden en ti el relámpago de la felicidad, y aquellos que te hacen navegar por el profundo río de la silenciosa melancolía.

¿Quién eres tú? puede ser una de las preguntas más difíciles de responder en la vida, pero la actuación con seguridad te acercará bastante a descubrirlo.

Otro gran beneficio, que yo misma estoy poniendo en práctica todos los días, es aprender a vivir el momento. Vivir para el presente en lugar de movernos por la vida esclavizados por un resultado. Concentrarnos en ser.

Cuando las luces están encendidas, el teatro está lleno y el silencio que inundó tus oídos luego de la tercera llamada te invita al escenario, no hay espacio -ni tiempo- para preocuparse por tu vida real porque en ese momento ya no existe. Ni siquiera tú existes. Eres tu personaje, y tu vida ahora se desarrolla en ese mundo rodeado de muros negros. Toda tu atención, tu energía y todos tus sentidos están enfocados en lo que está viviendo ese personaje. Lo único que importa es ese mismo momento, en el que necesitas ser real. Mientras dure la obra no importa lo que diga el público o lo que piense el director, lo único que importa es existir allí y hacerlo verdadero.

Lo mismo pasa en la vida. A veces nos preocupamos tanto por el futuro que olvidamos que hay un momento presente esperando que existamos en él. El mejor entrenamiento para lograr presionar el botón de silencio frente a las voces de la ansiedad y comprometerse plenamente a disfrutar del presente se encuentra en el escenario.

Y, dejando lo mejor para el final, mi beneficio favorito: vivir tu propia verdad.

Encontrar la verdad detrás del personaje es una de las cosas que más disfruto del mundo de la actuación. Es decir, comprender qué quiere el personaje y por qué.

Una de las reglas infalibles de la vida es que las cosas nunca suceden como esperamos. Nuestras acciones pueden ser criticadas, juzgadas, malinterpretadas; nuestros planes frustrados, nuestros discursos interrumpidos, nuestras intenciones incomprendidas. La gente cambia, se va. Puede ser impredecible. Esto nos pone muchas veces frente al enigma de no saber qué hacer para anticiparnos a un giro en la trama de nuestras vidas. Y, la mayoría de las veces, tendemos a actuar de la manera como creemos que evitará estos resultados, tan indeseables como posibles.

Sin embargo, todos sabemos que estos pensamientos son importantes, porque nos preparan para afrontar la vida, anticipando e incluso a veces previniendo resultados no deseados. No obstante, en el mundo de la actuación -así como no hay espacio para preocuparse- tampoco hay lugar para prevenir. Alterar el resultado no es de ninguna manera una posibilidad en la realidad que estás representando. Sabes lo que va a pasar; las líneas que dirá tu personaje están escritas en el guión, y los eventos ya están inmortalizados, te gusten o no. Lo único que te queda por hacer cuando no puedes cambiar la reacción de tu personaje es simple: comprenderla.

Solo cuando nos encontramos sin la tentación (o necesidad) de adaptar nuestro comportamiento a "lo que otros pensarán" o "lo que creemos que la gente hará en respuesta", las nubes se aclaran y el sol ilumina aquello que realmente queremos. ¿Qué es lo que realmente quieres decir? ¿Qué es lo que realmente quieres que pase? Y, lo más importante, de nuevo, ¿por qué?

Actuar nos permite ver más allá de cómo nos perciben y comprender cómo nos sentimos realmente en este momento presente. Comencé a escribir sobre la empatía como la habilidad que nos permite comprender los sentimientos. La primera persona a la que le debemos empatía es a nosotros mismos. Me gusta llamar a este concepto la auto-empatía.

Por sorprendente que parezca, a veces nos olvidamos de cosas obvias, como nuestro derecho a que no nos guste algo, a estar molestos, a necesitar un descanso, a decir que no, a escuchar las opiniones de los demás y seguir defendiendo aquello en lo que creemos, a elegir sacar a alguien de nuestras vidas, a trazar la línea. Para eso sirve la auto-empatía, el botón que contesta la llamada que nos hace nuestra voz interior.

La comprensión quita máscaras y etiquetas, nos despoja de esos personajes falsos que todos hemos adoptado a veces. La necesidad de encajar o destacar, el deseo de adoptar alguna pose para sentirnos más importantes, querer llamar la atención de alguien, o tercamente intentar mantener a alguien a nuestro lado, son algunos ejemplos de situaciones que nos obligan a adoptar algunos personajes para lograr un resultado deseado… mientras traicionamos inconscientemente nuestra verdadera esencia.

En la auto-empatía encontramos un espacio para mirar hacia adentro y escuchar. ¿Realmente me siento feliz en esta relación? ¿Realmente quiero que esta amistad continúe? ¿Realmente quiero ir a ese lugar? ¿Realmente quiero decir que sí? Es el camino inconfundible para descubrir nuestra verdadera autenticidad.

Si no tuviéramos miedo de las miradas implacables de las personas, ¿en quién nos convertiríamos? ¿Cómo nos haría eso diferentes? ¿Cambiaría la forma como nos definimos? En el guión encontramos un contrato escrito que permite a los personajes reaccionar y expresarse como lo hacen. En la vida real no tenemos eso, pero al encontrar nuestras verdaderas razones y motivaciones aprendemos a escribir nuestros propios guiones.

Los caminos que recorremos mientras estudiamos actuación son amplios y la recta final nunca está a la vista. Muchas personas pueden leer este artículo y complementarlo con muchísimos beneficios más, basados en sus experiencias personales. Lo importante es que este camino no termina en nosotros. Saber quiénes somos, ser verdaderos, comprender nuestros sentimientos, enfocarnos en la belleza que cada momento presente tiene para ofrecernos, nos hace más fuertes, a nivel individual, para enfrentar los ocurrentes desafíos de la vida. Pero también nos otorgan las herramientas para lograr interacciones más asertivas con los demás.

Pienso y luego actúo, dice el refrán. Pero antes de actuar, me gustaría agregar yo entiendo. Solo luego de comprender nuestros sentimientos es que podemos controlar mejor nuestros pensamientos y, por lo tanto, nuestras relaciones con los demás.


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