El diario del Conde Drácula

Por: Viviana Benfenati.

Una de las cosas que he aprendido durante el tiempo en cuarentena es cómo limpiar adecuadamente la casa. Y por casa, me refiero a mi habitación. Entre brisas frescas de Lysol y lejía, un plumero de colores que arruina las intenciones de toda araña que soñó con convertirse en mi inquilina y un trapeador que se drena solo, decidí hacer un esfuerzo adicional y limpiar mis cajones.

Hurgando en ese misterioso mundo que guarda mis pertenencias de toda la vida, encontré una maleta color cereza, con un contenido que prometía dar significado a la frase “recordar es volver a vivir”, a través de memorias que han esperado volver a ver la luz desde hace mucho tiempo, en forma de papeles polvorientos.

Entre estas joyas del pasado, encontré algo que creía perdido para siempre: mi tarea del IB. Debo aclarar que, durante mis dos últimos años de secundaria, llevé el programa de IB (Bachillerato Internacional). A pesar de lo agradecida que estoy con mis padres por hacer el esfuerzo de mantenerme en ese colegio, también debo decir que esos momentos están entre los primeros o segundos finalistas en el concurso de los momentos más ocupados y estresantes que he vivido.

Sin embargo, justamente por este nivel tan avant-garde de exigencia, esos también fueron los años en los que nuestra producción de tareas se volvió más interesante que nunca. Una de las reglas fundamentales en el juego del IB era que la tarea debía representar un verdadero desafío intelectual para todo estudiante valiente que intentara obtener el diploma. Escribimos obras de teatro, nos grabamos analizando piezas de literatura, llevamos a cabo exhaustivas investigaciones psicológicas o recreamos el estilo de autores famosos, añadiendo más capítulos a nuestros libros favoritos. Este último es el caso de mi intento por imitar el estilo de Bram Stoker en su emblemática novela Drácula.

Sin embargo, el contenido y el estilo de este libro no se acercan a la definición de convencional. Para los que no lo han leído, Drácula de Bram Stoker no se compone de una narrativa regular, sino de entradas de un diario, escritas por todos los personajes, excepto el protagonista. Así es, el Conde no tiene una entrada en el diario de su propia historia.

En la novela, Drácula abandona su castillo por la noche, trepando por las paredes, pero Bram Stoker no especifica a dónde va ni qué hace durante estas escapadas nocturnas.

Si Drácula hubiera llevado un diario, ¿qué escribiría en él? ¿Qué secretos confiaría a esas páginas prohibidas, ocultas para cualquier otro par de ojos que no sean los suyos? ¿Y cómo sería su estilo como escritor? Estas son las preguntas que mi yo de quince años se atrevió a resolver.

Texto inspirado en mi tarea de Literatura en inglés del bachillerato, que fue la base para crear mi propia versión del Conde Drácula.

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(¡Musicalízala! Escucha las canciones que me inspiraron mientras escribía esta historia. Recomiendo leer esta en compañía de Frank Sinatra).

5 de octubre. – Esta noche sentí ganas de bailar. No pude entender el origen de esta peculiar sensación, pero, cuando los últimos rayos de sol finalmente se despidieron del cielo y la ciudad quedó elegantemente envuelta por el fascinante mundo de sombras envolventes y formas turbias, una salvaje ola de energía invadió mi mente y mi cuerpo. Lo que comenzó como una sutil ráfaga de alegría, una delicada corriente de luz, se convirtió rápidamente en un masivo golpe enérgico interior que me llenó de vida y se apoderó de todo mi ser sin que yo pudiera evitarlo.

Fue en medio de este trance que una nueva fuerza me llevó a viajar por el mundo de la música. Sin ser consciente de mis propios movimientos, me encontré bailando en mi habitación, con los ojos cerrados y una sonrisa indeleble dibujada en mi rostro. Esta noche prometía ser como ninguna otra.

Me vestí en algún lugar entre el jazz y el swing. Una melodía sinfónica, cuyo origen permanecería por siempre desconocido para mí, sonaba a todo volumen en mi habitación. O tal vez fue solo una travesura de mi mente. No importaba.

A través de movimientos tan elegantes como ágiles, me puse una vez más mi atuendo especial; pura elegancia transformada en un esmoquin, que con mucho cariño guardo sólo para los ojos de la noche. No hay duda alguna, he nacido para vestir elegantemente, me repetía a mí mismo, mientras me limpiaba los zapatos al compás del suave sonido del saxofón.

Solo faltaba el toque final y estaría listo para partir. Mi vestuario nunca estaría completo sin mi elegante capa. Negra, como el color donde cobra vida mi yo explorador, viajero, descubridor del mundo. El color que cada noche me recibe con los brazos abiertos en una profunda bienvenida, y me abre la puerta a un mundo donde soy el único verdadero e invencible amo. Y el rojo, la vida que corre por mis entrañas, el color de la pasión, del amor; la representación simbólica de ese elixir dichoso que domina toda mi existencia.

La suave brisa de la noche despeinó traviesamente mi pelo mientras las puertas de mi ventana se abrieron de par en par.

Mientras caminaba por las calles solitarias noté, para mi inmenso deleite, que esta visión de mi imaginación, que me había invadido hacía un momento en forma de música, aún estaba muy viva. Tan viva que casi podría jurar que venía de una de las ventanas de las casas...

Mis pies empezaron a bailar sobre el suelo de piedra. Di una vuelta, y luego otra vez, casi saboreando el placentero sonido de mis zapatos de cuero contra el suelo empedrado.

De repente, me detuve en seco.

Esa música, mi música, estaba lejos de ser una ilusión. Venía de una ventana abierta, a solo unos metros de mí.

(Strangers in the Night, de Frank Sinatra)

Extraños en la noche

Intercambiando miradas

Paseando por la noche

Cuáles eran las posibilidades

Todos mis sentidos cobraron vida de repente, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. ¡Qué melodía tan encantadora y vibrante! Extraída directamente de mi mente. Así es como se debe sentir tener un corazón, pensé, ya que cada paso que daba hacia esa ventana se parecía a mi largamente perdido recuerdo de lo que alguna vez sentí al tener un corazón latiendo.

Me incliné con gracia y me asomé a través de la esquina de la ventana. La mujer más hermosa, con una piel tan blanca como la perla mejor atesorada del océano y los labios tan rojos como la rosa más atrevida, estaba sentada frente al espejo, peinando su pelo largo y dorado, como el rayo de sol más brillante.

Me quedé completamente seguro de mi temprana premonición; esta noche sin duda sería como ninguna otra.

Un vestido blanco semitranslúcido, que asumí era su camisón de noche, jugaba con las sombras bajo la luz de innumerables velas aromáticas que rodeaban la habitación, fiel a la solemne tarea de transportar a su dueña -y a su visitante no solicitado- a una tierra de fantasía, lejos de los reinos de la vida real.

Una segunda melodía entró suavemente en mis oídos, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera. Ella había comenzado a cantar. Muy tímidamente al principio, casi como si estuviese consciente de tener una audiencia, pero de repente su voz ganó fuerza. No pasó mucho tiempo antes de que esta fantástica melodía extendiera una invitación a su cuerpo también. Se levantó de su silla y comenzó a bailar, tal como lo hice yo hace un par de horas, con los ojos cerrados y una sonrisa que prometía el recuerdo más maravilloso que jamás haya tenido, uno deliciosamente condenado a permanecer inmortalizado en mi mente para siempre.

Mientras ella continuaba cantando, yo seguía apoyándome en el alféizar de la ventana, entrando lentamente en su habitación, al mismo ritmo de la música.

Algo en tus ojos

Era tan atrayente

Algo en tu sonrisa

Era tan emocionante

Algo en mi corazón me dijo que yo debía tenerte

Esa última línea fue cantada por dos voces al unísono. El vínculo entre dos almas unidas por la música solo puede hacerse más fuerte cuando sus voces se elevan en una sola melodía, perdida para siempre en la exquisitez de una sinfonía.

Se dio la vuelta, sobresaltada, sin embargo, siguió cantando. La sonrisa en su rostro se amplió cuando nuestras voces se hicieron más fuertes. Fue un concierto para la eternidad.

Para cuando estábamos entonando el segundo verso, yo ya andaba sentado en el alféizar de la ventana. Todo mi cuerpo estaba ahora frente a ella, mientras mis ojos se regocijaban de felicidad, al ser concedidos con el inmenso privilegio de su existencia.

Me levanté y la dejé cantar un poco sola, dándole la oportunidad -más que merecida- de hacer florecer su tan inmenso talento, mientras mis movimientos eran, una vez más, provocados por el tempo de la canción, ahora la maestra y comandante de cada uno de los mis pasos.

La alcancé y galantemente extendí mi mano, que tomó con una pasión indescriptible. Las estrellas de la noche nunca brillaron más que en ese momento, cuando estábamos envueltos en la locura de la danza. Dos marionetas, privadas de voluntad propia, bailando a merced de una melodía que no había poseído nuestros cuerpos sino nuestras almas. Nos reímos, mientras complacíamos los caprichos del violonchelo.

Piqué passé, piqué passé, pirueta. Giro inverso. Doble giro inverso. Mis extraordinarias habilidades para realizar cada paso de baile, con toda humildad, no me sorprendieron. Lo que encontré asombroso, sin embargo, fue lo bien que ella los seguía.

En medio de un baile de salón que desbordaba de gracia y un giro tan encantador que podría haber endulzado el regaliz más amargo, estaba convencido del pecado tan flagrantemente mortal que sería privar al mundo de las maravillas de nuestro baile.

Fue en algún momento durante este fascinante éxtasis que apareció un tercero entre nosotros. Robando todo protagonismo y estrellato, se incorporó a nuestro acto una nueva compañera, en forma de la más delicada vena en el cuello de mi musa. Una bailarina mucho más hábil que nosotros dos juntos; la belleza de este símbolo de la vida floreció ante mis ojos, burlándose coquetamente de mí y concediéndome una invitación para traicionar el deseo adverso de su dueña.

Muy poco sabíamos

El amor estaba a solo una mirada de distancia, una danza cálida y envolvente de distancia

Poco sabia mi compañera, sin embargo, que esta noche la música no la tocaba su gramófono, sino el destino. Con un triple giro digno de aplauso -porque se lo merecía- la eché en mis brazos y sostuve su cabeza gentilmente a un lado. El volumen de la música se hizo más fuerte que el sonido del mundo, mientras concluía este magnífico baile con un paso de jazz recién descubierto, nunca antes interpretado por alguna pareja.

Las mantas sobre su cama, blancas como la más pura de las piedras que esconde la luna, sostenían su cuerpo inmaculado, ahora sumergido en un sueño que nunca terminaría. Ella había sido finalmente bendecida con la alegría de bailar por toda la eternidad. Quizás una parte de mí incluso la envidiaba, pensé, mientras salía de la habitación.

-Una noche extraordinaria - no pude evitar decir en voz alta, tan pronto como volví a la calle. ¡Qué noche tan encantadora en verdad! Grité a todo pulmón.

En ese momento, mis pies reanudaron su jovial baile, haciendo resonar sus suelas contra el suelo empedrado. Ten la plena seguridad de que soy el mejor bailarín de tap del mundo.

Mi boca seguía cantando mientras mi mente resplandecía con el pensamiento de la mujer que había cambiado mi vida para siempre.

Desde aquella noche

Estuvimos juntos

Todo resultó excelente

Para los extraños en la noche

12 de noviembre. – Tras dejar a Jonathan en la biblioteca, me retiré a mis aposentos, rindiéndome impotente ante un deseo irrefutable de encontrarme entre la soledad y el silencio una vez más. En este momento, y en nombre de todos los espíritus del mundo, prometo no volver a recibir invitados en el castillo - me dije a mí mismo, mientras mis pasos me guiaban por la enorme escalera.

Mi atuendo especial me esperaba impaciente en el colgador. Una vez preparado, me acerqué a la ventana y la abrí. El aire fresco de la noche había despejado las nubes y también mi mente, porque esta noche sabía exactamente lo que estaba buscando. Sonreí a la luna resplandeciente, que estaba de pie frente a mí, brillando radiante como el deseo más esperado que finalmente se hace realidad, en medio de un escenario de oscuridad ineludible. Te saludo de nuevo, mi compañera de la noche y mi más fiel cómplice.

Era una casa blanca y pequeña, en las afueras de la ciudad. Una vez allí, me apoyé deliciosamente en la pared junto a la ventana, saboreando la dulzura del momento, mientras escuchaba la cautivante melodía compuesta por sus oraciones.

-Por favor, bendíceme con la alegría de poder ayudar a las personas necesitadas. Siempre he sentido que mi existencia está destinada a mantener vivo en los demás el deseo de seguir viviendo. Estoy dispuesta a dedicar mi vida a ser esa fuente inagotable de fuerza que tanta gente necesita para seguir adelante.

Qué ángel tan dulce, ciertamente - fue la frase que mi mente seguía repitiendo, mientras mi corazón se enorgullecía con cada una de sus palabras. Entré en su habitación, suave, como la brisa más delicada del verano, y en silencio, como un ángel de la guarda que se adentra en los sueños más profundos de su protegida.

Llegué a su lado, me incliné hacia su oído y le susurré “querida, tu alma es la más pura que jamás haya existido, y el mundo se ilumina con la bondad en tu corazón. Esta noche, tu deseo se ha cumplido”.

Al escuchar mis palabras, abrió los ojos y lentamente volvió la cabeza hacia mí, con las manos aún juntas en una oración que estaba destinada a ser eterna. Se puso de pie, mirándome con total confusión, mientras el terror comenzaba a apoderarse de cada centímetro de su frágil cuerpo.

-¿Quién eres tú?

Continué acercándome a ella hasta que pude tapar su boca con mi mano, cosa que no me demandó ningún esfuerzo, pues estaba allí, petrificada. Entonces mi palma se aventuró en el más deleitable viaje a lo largo de su mejilla, a través del encantador bosque de sus rizos castaños, y terminó disfrutando de la suavidad de su cuello.

-Oh no, madame, no debe tenerme miedo - dije sonriendo cálidamente - En esta noche encantadora, me presento ante usted con una confesión que me desborda de alegría. Me siento profundamente conmovido por esas palabras señaladas por sus labios, pero pronunciadas por su corazón. Como su guardián, he tomado una decisión.

-¿Mi guardián? - las delicadas comisuras de su boca comenzaron a dejar espacio para la relajación, mientras que sus ojos intercambiaban el miedo por un destello de emoción.

-Ven conmigo – Dije, extendiéndole mi mano.

Nos acercamos a la ventana, lo suficiente hasta que la luna iluminó la piel de su rostro de marfil. Con cuidado, puse mis manos en cada uno de sus hombros e incliné mi cabeza hacia un lado, para poder apreciar completamente su belleza.

En ese momento, el mundo dejó de girar, el viento dejó de soplar y el sonido del mar ya no se oía por ninguna parte, porque cada ola había quedado inactiva. No existía nada más, excepto el calor de sus hombros bajo mis manos y su belleza, brillando bajo la luz de la luna como una estrella caída a la tierra.

-La belleza de tu alma me ha conmovido. Tu devoción por el bienestar de los demás me ha llevado a valorar mi propia existencia.

-¿Es así, mi guardián? ¿Es cierto que todo el mundo tiene un propósito?

-No hay nada más en tus palabras que la verdad. Yo también tengo un propósito en el mundo. ¿Y sabes qué? Es muy parecido al tuyo.

Ella volvió su cabeza hacia mí. Sus ojos, ahora abiertos como platos, me devolvieron la mirada con una alegría tan inconmensurable que podría haber iluminado toda la calle en las horas más oscuras.

-¿Tú también te dedicas a ayudar a los demás? ¿Les facilitas llevar sus cargas y penas?

-Exactamente, querida. Conmigo, todo sufrimiento, por grande que sea, llega a su fin. Soy la puerta a la redención, el camino a la expiación, la única puerta verdadera al alivio eterno. Después de que me haya ido, ya no hay monstruos acechando por la noche, y aquellos que me abren sus puertas se quedan con la dulce redención del olvido eterno.

-¡Dios mío, entonces debes ser un santo!

-La realidad es exactamente como la percibimos, querida - dije, mientras apoyaba suavemente mi cabeza en la de ella, inclinándola hacia un lado. Luego, con una dulzura que podría derretir el corazón del guerrero más despiadado, le susurré directamente al oído.

... Sin embargo, esta noche usted es mi santa.

Ella continuó mirando a la luna, con los ojos bien abiertos, que brillaban como la estrella más resplandeciente de la galaxia más magnífica. Mis ojos, a su vez, brillaron con la misma intensidad, aunque su atención se centró en una superficie perlada diferente. La protagonista de todas mis noches, mi verdadera diosa, ese hermoso hilo de vida en forma de una vena cálida, me deleitó de nuevo con el regalo de su aparición en el cuello de mi última musa nocturna.

Poco sabía ella que sus oraciones habían sido escuchadas. Ella simplemente se quedó parada allí, entre mis brazos, encantada con la alegría que uno debe sentir al cumplir su propósito en la vida.

Mientras salía de su habitación por la ventana, de regreso a la calle, pensé en lo bendecido que había sido con este talento tan grandioso para inventar tonterías. Incluso terminó por dirigirse a mí como a un santo, ¡díganme si eso no requiere de un legítimo y digno maestro de la seducción y el halago! Un verdadero artista, sin duda.

El silencio mortal que se había apoderado de la calle esa noche no tuvo más remedio que ser interrumpido abruptamente gracias al chasquido de mis dedos. El sonido sutil pero vigoroso de la victoria, el himno del día, la celebración de otro de mis innumerables encuentros nocturnos exitosos. El indiscutible amo de la noche triunfa de nuevo...

Dios mío, ¿cuándo me volví tan cursi? - dije en voz alta, sin la más mínima preocupación en el mundo sobre quién llegara a escucharme.

19 de diciembre. - Hoy perdí la noción del tiempo. Tal vez fue la luna, que no brilló para mí esta noche. A mi musa favorita de todas no le quedó más remedio que permanecer escondida detrás de una densa jungla de caprichosas nubes, que sin piedad se robaron mi tan esperado escenario, la principal fuente de inspiración para mis escapadas nocturnas.

O quizás es otra cosa. No sé exactamente qué es, pero esta es una noche un tanto extraña. De todos modos, decidí deshacerme de esta idea tan angustiosa, que sin duda estaba arruinando mi preparación, y alistarme para otra aventura. Un caballero no debe dejar esperando a las damas de la ciudad.

La brisa nocturna estaba más fresca que nunca. Me paré junto a la ventana completamente abierta, con los brazos extendidos y los ojos cerrados. Mientras el viento besaba mi rostro y despeinaba mi pelo, comencé a sentirme como un campeón nuevamente. El maestro de la noche ya está listo - me dije sonriendo.

Sin embargo, mientras caminaba por las calles, una sensación desconocida me invadió. Se sentía como sed, pero no como el tipo de sed habitual que me resultaba tan familiar. Esta era una necesidad diferente, que comenzó como un capricho persistente y rápidamente se transformó en un impulso incontrolable que exigía mi atención como un náufrago a un avión que sobrevuela su isla. Necesitaba ver el mar.

Me di la vuelta, alejándome de la zona residencial. No entendía lo que estaba haciendo, pero no tenía otra opción. Esta noche, fui esclavo de mis brillantes zapatos de cuero negro.

El Mar Negro me recibió como a un viejo amigo, con un paisaje que me hizo sentir aún más en casa que mi propio castillo. Era imposible encontrar siquiera una sola nube; la luna brillaba con todo su esplendor, y el océano de constelaciones que embellecían el cielo me convenció de que las estrellas habían viajado desde todos los rincones del mundo para encontrarme aquí esta noche.

El agua, cuya profunda oscuridad se perdía en el horizonte, parecía extender una invitación a cruzarla a pie. Calmada, como si cada gota anduviera perdida en meditación; vasta, como las posibilidades detrás de un cálido reencuentro. Y misteriosa, como los secretos más profundos de mi alma.

Caminé un rato a lo largo de la orilla, siguiendo el ritmo de las pequeñas olas que no eran lo suficientemente fuertes para alcanzar mis pies.

Y luego miré hacia adelante.

Por más convencido que estaba de encontrarme solo en este maravilloso escenario, en los planes del destino consistían en demostrarme lo equivocado que andaba. A unos metros de mí, una silueta negra estaba sentada en un banco. Solo me tomó unos pocos pasos confirmar que, de hecho, había un llamado para que yo estuviera aquí esta noche.

Era una mujer joven, sus cabellos dorados caían graciosamente por su mejilla, pálida, como porcelana. Su vista estaba profundamente perdida en el horizonte.

Orgulloso de haber confiado en mis instintos, me acerqué a ella triunfalmente, con pasos suaves pero decididos. Me senté a su lado, con ternura, imitando su aparente inconsciencia y haciendo un gran esfuerzo por ocultar mi alegría.

-Buenas noches, Madame. No puedo evitar preguntarme qué está haciendo una joven como usted aquí sola a esta hora de la noche. ¿Hay algo en lo que la pueda ayudar?

-Vaya, probablemente es usted el caballero más considerado de este lugar - respondió ella, con una risita coqueta.

Respondí con la misma reacción.

-Y ciertamente eres la joven más valiente del mundo. Cualquier cosa le puede pasar a una chica que camina sola por la playa a esta hora de la noche. Tiene suerte de haberse encontrado conmigo.

-¿Y qué me hace tan afortunada, puedo preguntar? - Dijo, dándose la vuelta y mirándome directamente.

Esta era perspicaz. En lugar de sentirse intimidada por mi personaje de galán arrasador, jugaba con él.

-Bueno, no sería apropiado de mi parte decirlo, ¿no? Eso es algo que tendrá que averiguar por su cuenta.

Su respuesta resultó una enérgica risa, que, después de unos segundos, interrumpió abruptamente. Sus ojos de repente volvieron a perderse en las tranquilas olas, mientras nos envolvíamos, una vez más, por un silencio absoluto.

Sin embargo, la inquietud comenzó a inundar mi interior cuando me di cuenta de que este no era el tipo de silencio que encontraba familiar. La emoción que encuentro en la quietud de las calles por la noche, el éxtasis de infiltrarme con picardía en las tranquilas habitaciones de mis musas, cuyas ventanas -me gustaba imaginar- me extendían todas las noches una sigilosa invitación con sus ventanas abiertas, y la magnificencia de perpetuar ese silencio para siempre mientras me apartaba de sus habitaciones. Esos son los tipos de silencio en los que me hallaba a mí mismo.

Pero no este. Había algo en este silencio que hizo de esta noche una diferente de las demás. Algo que venía de ella.

-¿Y por qué está aquí? – Dijo ella, trayéndome de regreso al mundo real.

-Bueno, me encanta el mar, sobre todo de noche - respondí, tras una larga pausa, en tono intelectual - ¿A usted no?

-Por supuesto, el mar es el lugar para reponer la mente y empezar de nuevo. El lugar donde dejas todo atrás y te vuelves a conectar con tu corazón y tu alma. Es mi mejor compañero; cuando necesito hacer una pausa, o encontrarme de nuevo, o también cuando estoy esperando algo, ¿está de acuerdo?

-Qué descripción tan asombrosa. Tan poética como cierta. Verá, me siento exactamente de la misma manera; acaba usted de describir cada sentimiento en mi mente y en mi corazón - dije, en un tono astuto que salió como coqueto, mientras me volvía lentamente hacia ella, levantando mi brazo hasta que mi mano tocó su hombro.

-Entonces debe ser usted mismo un romántico - dijo ella, riendo divertidamente.

-Ah, no tiene idea. A veces me avergüenzo de cuánto homenajeo al amor en todo lo que hago. Soy un amante del amor. Hay un espacio en cada corazón para nuestros deseos más ocultos, y creo que es nuestro deber liberarlos, dejar que el mundo los escuche, a todo pulmón. De lo contrario, estaríamos viviendo en un estado eterno de traición a nosotros mismos. Y ese es el peor tipo de traición.

-Qué hermosas sus palabras, señor. Lo primero que me encantaría saber de usted es, sin duda, su nombre.

Ya la tenía. Mi brazo estaba ya ubicado alrededor de su cuello, y mis ojos brillaban con mucho más resplandor que el fuego más ferviente en medio del bosque más oscuro, ya que toda mi atención estaba puesta en esa magnífica vena.

-Pero dijiste que habías venido aquí a esperar, ¿no? - dije, susurrándole al oído.

-Así es.

Mis labios andaban a no más de dos pulgadas de su cuello, mientras mi boca estaba casi completamente abierta. Seguí acercándome a ella, lenta pero constantemente.

-Estoy esperando una respuesta. Es algo que he querido saber durante mucho tiempo, y finalmente sabré la verdad mañana.

Me detuve en seco. ¿Que estaba haciendo ella? ¿Me estaba confiando algo? ¿Por qué me distraía con sus historias? Con ninguna de mis otras musas he intercambiado nada más que palabras banales, y mucho menos alguna de ellas se había abierto a mí jamás. Estaba más que confundido.

-Lo siento, ni siquiera lo conozco y ya lo estoy aburriendo con mis problemas personales. Pero es que... esto fue tan romántico, lamento haberlo arruinado.

Me quedé allí, inmóvil, con mi brazo aún alrededor de su cuello y mi boca todavía entreabierta, experimentando por primera vez lo que era sentirse ridículo. Pero ella continuó.

-No sé por qué le estoy contando todo esto. Pero bueno, supongo que me he sentido un poco sola. Ok, muy sola, en realidad. Realmente no tengo a nadie con quien hablar.

A la mierda, ya estás tan cerca -me apresuró mi mente, mientras estaba a punto de consumar el asunto.

-Estoy esperando saber si mi tratamiento realmente funcionó. Esta es la última oportunidad que tendré. Si no he mejorado a estas alturas, se acabó todo. Mi cuerpo ya no puede soportar más. Tengo dos niños; ambos me han apoyado tanto y están tan optimistas con los resultados... Pero nunca quise que se hicieran ilusiones...

Había menos de una pulgada entre mis dientes y su vena palpitante. Sin embargo, mi cuerpo ya no respondía. Era como si hubiera quedado prisionero de una fuerza externa que no me dejaba continuar.

¡Adelante, estúpido, estás perdiendo tu oportunidad! La voz de mi mente me asaltó. Esta es la única oportunidad que tendrás esta noche, ¡y la está desperdiciando por una situación que no es tu problema en absoluto! Esos pensamientos ardían en mi cerebro como hierro para marcar ganado.

¿De verdad vas a dejar que todo este balbuceo sin sentido te afecte? ¿Por qué sería esto de alguna relevancia para ti?

¿Desde cuándo te importa la gente?

Sabía que yo tenía razón. Todo esto no tiene nada que ver conmigo; mañana me habré olvidado por completo, tal como ocurre todas las noches.

… ¡Ya la tienes! Ya estás ahí!!!

… ¡Hazlo! ¡Hazlo ya!!! … ¡MUÉRDELA YA!!!

Y, sin embargo, no podía moverme.

Reducido a la merced de esta fuerza desconocida, volví a sentarme derecho sobre la banca y la miré. Ella me devolvió la mirada. Gruesas lágrimas corrían por su rostro, no me había dado cuenta. Nunca sabré cuánto tiempo estuvimos mirándonos.

-Gracias por hacerme olvidar, aunque sea por un ratito. Usted me ha recordado lo que era sentirme deseada. Nunca olvidaré esta noche. Rece por mí, realmente espero que nos volvamos a encontrar.

Y así, sin más, ella se puso de pie y se fue.

Mientras permanecía sentado en el banco, descubrí otro tipo de silencio, uno más. Parecía que el mundo entero se había detenido, mientras mi mente viajaba a la velocidad del sonido hacia otra era en el pasado. Por un momento que duró menos de lo que tarda una estrella fugaz en pasar, recordé cómo era ser humano. Lo que significaba ver un día terminar. Recordé el valor del tiempo y cómo se sentía preocuparse por perderlo. Cuánto apreciaba la vida, como la más preciosa y única de todas las joyas, la más valiosa y también la más frágil.

Y luego el momento pasó. De repente me di cuenta de que el cielo nocturno ya no estaba tan oscuro. Necesitaba regresar a mi castillo antes de que el amanecer me atrapara.

Qué noche más extraña - dije, sacudiendo la cabeza.

Tantos pensamientos tontos - mi mente habló de nuevo, a la vez que mi cuerpo me sorprendió girando involuntariamente en la dirección donde ella se había ido.

… ¿Qué estoy haciendo? ¡Vuelve al castillo!

Por supuesto - dije en voz alta, sonriendo. Mientras reanudaba mis pasos, sentí que mi tan familiar confianza florecía nuevamente dentro de mí. No había nada de qué preocuparse; mañana volvería a ser el amo de la noche.


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